La piel es el primer elemento que recibe la influencia del masaje, sus receptores transportan al cerebro una inmensa gama de sensaciones. El masaje genera corrientes positivas que inciden en nuestros nervios, ligamentos, tendones, músculos y columna vertebral, la que nos permite tener estabilidad y sujeción, y protege la médula espinal.
Un gran porcentaje de los dolores corporales tienen un trasfondo emocional. Nuestros sentimientos se manifiestan en nuestro cuerpo, tanto el miedo como la tristeza se convierten a menudo en malestares corporales, el estrés duradero o la desvalorización, producen tensión. Es decir, las células de nuestro cuerpo reaccionan a lo que dice nuestra mente: la negatividad debilita el sistema inmunológico.
La buena noticia es que recibir masajes nos ayuda a cargarnos de positividad, ya que las manos que nos atienden nos transmiten cuidado y bienestar.
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